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El Lenguaje de las Velas

El lenguaje de las velas: guía cercana y llena de matices


Un comienzo con olor a cera derretida

Seguro que alguna vez te has quedado mirando una vela encendida más de la cuenta. La luz parpadeando, la cera que corre como lágrimas, esa calma rara… Pues bien, de ahí nace lo que llamamos lenguaje de las velas: una forma de interpretar lo que ocurre cuando una vela arde, como si nos estuviera contando algo en secreto.

Yo me acuerdo de una tarde de invierno, sin luz en casa, en la que me quedé solo con una vela en la mesa. No sé si era el silencio o el fuego, pero aquello parecía “decirme cosas”. Y después me enteré de que, efectivamente, desde hace siglos se cree que la llama habla.


Breve historia (con toques de humo)

Este lenguaje no lo inventó un vecino aburrido. Hay referencias antiguas en rituales de Egipto, en Roma y, más adelante, en prácticas medievales donde las velas se usaban no solo para iluminar, sino para pedir, agradecer o intuir el futuro. Nadie sabe quién fue “el primero” que dijo “oye, la vela tiene algo que decir”, pero el rastro aparece en muchas culturas. Y eso, quieras o no, le da un aire de tradición compartida.


Qué nos dice la llama: lo básico

La parte más visible del lenguaje de las velas es la llama. Y aquí cada detalle tiene su lectura:

  • Llama alta y firme: energía fuerte, camino despejado. Como si todo fluyera sin obstáculos.

  • Llama pequeña y débil: falta de impulso, cansancio, a veces bloqueo.

  • Llama que chisporrotea: atención, puede haber tensiones alrededor o alguien con pensamientos cruzados.

  • Llama que se apaga sola: un “no” en toda regla, o una advertencia de que no es momento.

(Aquí me entra la duda: ¿cuántas veces habremos ignorado esas señales sin darnos cuenta?).


Cuando la vela llora

Ese goteo de cera que parece lágrima también forma parte del lenguaje. A veces cae suave y uniforme: dicen que es limpieza, alivio. Pero si la vela “llora” demasiado, puede interpretarse como resistencia, trabas, cargas emocionales pesadas. Yo lo viví en un ritual casero: la vela no paraba de gotear, como si se quejara. Y lo curioso es que coincidió con una etapa donde me costaba soltar cosas.


Figuras caprichosas en la cera

La cera no se derrite igual siempre, y en eso hay todo un arte de observación:

  • Montículos o formas sólidas: suelen hablar de obstáculos.

  • Caminos largos de cera: señales de viajes, recorridos o cambios.

  • Figuras reconocibles (corazones, cruces, animales…): ahí entra la interpretación personal; lo que uno ve también cuenta.

Un amigo juró ver una especie de “mano” en la cera y lo tomó como un aviso. ¿Fue sugestión? Puede. Pero también fue significativo para él.


El trasfondo: por qué seguimos mirando el fuego

Lo cierto es que, aunque hoy haya luces LED y velas aromáticas en cada tienda, el lenguaje de las velas sigue vivo. Porque nos conecta con algo sencillo: observar un fuego y sentir que detrás hay un mensaje. Puede ser puro simbolismo, puede que un reflejo de nuestro estado interior… da igual. La cuestión es que mirar la llama sigue removiendo algo dentro.


Entre tradición y experiencia personal

Lo que me gusta de todo esto es que no hay manual cerrado. Sí, hay guías, hay significados comunes, pero al final cada cual vive su propia lectura. El lenguaje de las velas tiene esa mezcla de herencia cultural y vivencia íntima que lo hace especial.

Y ahora dime tú: ¿te has parado alguna vez a escuchar lo que una vela podría estar diciendo?

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